Cierre del Bar Extremeño
El pasado domingo, día 17 de septiembre, cerró para siempre Jesús Luengo El Bar Extremeño. Quizás para mucho será un hecho más, para mí no lo es. Desde aquí hago un ejercicio para recordar un bar donde pasé muchas horas, donde viví muchas vivencias, donde mantuve muchas conversaciones y alguna que otra polémica.
El Bar Extremeño había abierto hace más de 38 años y ahora Jesús y Deme, sus propietarios, se han jubilado. El último día, un grupo de amigos que lo frecuentamos nos encontramos a última hora de la tarde para tomar un último café, la ultima cerveza, la última copa, a celebrar un pequeño homenaje y hacerse fotos de despedida. En las caras se distinguía un gesto festivo y al mismo tiempo de pena, de nostalgia. No era para menos.
Quiero recordar el Bar de Jesús, como popularmente hemos lo hemos llamado, porque sus paredes exhiben cuadros, bufandas y banderas de su eterno Athlelico de Madrid. Un cuadro de su equipo local de futbol sala (el mejor equipo que ha dado el pueblo, modestia aparte) y los trofeos obtenidos.
Era un bar con carácter y además era un punto de encuentro. En el extremeño se jugaba al billar, al futbolín, se hablaba mucho de fútbol porque era la sede de los athléticos. Jesús escucha todas las opiniones y luego da la suya desde la perspectiva de su athlético, que suele ser forofa. Me viene a la memoria como vivimos el partido España-Dinamarca del Mundial de Mexico ´86.
Siempre recordaremos la corridas televisadas de la Feria de San Isidro, donde Aquilino y David formaban parte del ambiente taurino.
Después, ese momento de efusividad se repitió muchas veces y de las formas más diversas, jugando a cartas, comiendo, bailando, bebiendo, viendo el fútbol con los amigos. En el extremeño se producía esa cosa tan literaria que sucede en los bares con historia: tienen un motor fabulador, que se lubrica con el paso del tiempo y que está hecho de anécdotas, discusiones, charlas. Uno entra solo, para matar el rato, y enseguida alguien comenta que si eso, que si lo otro, y pronto ya está arreglando el mundo. ¿Se puede pedir más? Sí, otro café, el último, y gracias por todo a Jesús y Deme.
Os queremos.
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