Dentro del devenir del tiempo estacional y cíclico, en el que aparece enmarcada la vida y la actividad del hombre, como también la de los animales y del mundo vegetal, hay dos momentos temporales -los solsticios de invierno y de verano- en los que las gentes y las comunidades en las que viven han celebrado y celebran distintos ritos, a la vez que han desarrollado, en torno a ambos momentos, diversas creencias.
Ritos y creencias que tienen por objetivo la afirmación vital, la prolongación de la vida, tanto de personas, como de animales y ganados, así como de sembrados, árboles y plantas. Y es que, tradicionalmente, se ha creído que ambos solsticios eran fechas mágicas, en las que lo extraordinario, lo que se salía del transcurrir rutinario y anodino del tiempo, era posible. De ahí la riqueza de creencias y celebraciones que se han desarrollado en torno a estas fechas de solsticio.
SOLSTICIO DE INVIERNO
La fiesta de Nochebuena, en la que se celebra el nacimiento de Cristo, el día 24 de diciembre, es el momento en el que tienen lugar distintos ritos y creencias característicos del solsticio de invierno y que en Pasarón que tiene su reflejo en los actos celebrados por la Cofradía del Niño Dios.
SOLSTICIO DE VERANO
Nos encontramos ante un momento festivo muy importante dentro de la cultura tradicional en toda Europa, cristianizado como festividad del nacimiento de San Juan Bautista. Como indica el maestro Gonzalo Correas, en una de sus frases proverbiales, referente a la mañana de San Juan: «Bañarse, coger hierbas y enramar las puertas la mañana de San Juan»
Según esta frase proverbial, es posible distinguir una triple práctica, avalada por la tradición, que tiene lugar durante la mañana de San Juan, pero antes siempre de que el sol haya salido:
-Bañarse: Ritos de recogida de agua y lavado de la cara y los ojos con ella, incluso baño de todo el cuerpo en algún río o regato.
-Coger hierbas: Recogida de plantas medicinales y salutíferas, antes de la salida del sol, para que no pierdan la virtud que poseen.-Enramar las puertas: Enramada, por parte de los mozos y novios, de ventanas y corredores en los que viven las mozas y novias.
Otra frase proverbial del maestro Correas alude también a costumbres de la fiesta de San Juan: «Día de San Juan, tres costumbres: mudar casa, amo o mozo; coger hierbas y bañarse, por su bautismo». Dos de los ritos que contiene la frase los acabamos de citar; la costumbre de mudar de amo o de mozo pervive aún hoy, cuando, para las tareas agrícolas y pastoriles, se contratan, por San Juan o San Pedro, gañanes y pastores para todo el año.
El ENRAMO
Es la de San Juan una fiesta en la que son tradicionales las enramadas, sobre todo a las mozas y novias, por parte de los mozos. Enramadas que se constituyen en símbolos de resurgir, de germinación, de fecundidad, del mundo vegetal, de la naturaleza, pero que se desea transmitir al humano, a través de estos ritos vegetales. «Los ramos se considera que este día tienen, en general, una virtud profiláctica: sobre todo las ramas de determinados árboles, cortadas por San Juan y puestas en casas y en la cabecera de los campos sirven de preservativos para todo el año: el carácter amoroso y poético de las enramadas es una consecuencia de su fundamental carácter mágico» (Caro Baroja, Julio op.cit., p. 196).
Durante la noche de San Juan los padres de, novio tenían por costumbre hacer un regalo a la novia.
EL RAMO DE SAN JUAN y LAS HOGUERAS
La práctica que se realiza todos los años es la de cortar un árbol, un castaño, e hincarlo, bien derecho y erguido, en la plaza. Se va a cortar la tarde noche de la víspera, por parte de los Quintos, dejándole el tronco pelado y con ramas sólo en la cogolla (parte alta del árbol). Cuando los vecinos se levantan, a la mañana siguiente, la de la fiesta, ya lo encuentran hincado. Luego se quita de la plaza en la fiesta de San Pedro, una vez pasada la fiesta, se lo ofrecen al dueño de la finca donde se cortó a cambio de una arroba de vino y, si no lo acepta, lo venden a otro. Con el dinero obtenido se “lo beben en cervezas”.
El Ramo o árbol de San Juan está muy relacionado en su significación con el árbol de mayo y su existencia supone ciertos vestigios de dendrolatría, de culto a los árboles, además de tener un aspecto religioso. Tanto la de mayo como la de San Juan son las dos fiestas del año en las que el árbol, el elemento vegetal, es exaltado de manera más importante. Como indica Jame George Fraser en su libro La Rama Dorada: «Ya en primavera, a principios de verano o aun el día de San Juan (solsticio del 24 de junio), era la costumbre, y todavía lo sigue siendo en muchas partes de Europa, salir a los bosques, cortar un árbol y traerlo a la aldea e hincarlo erguido en el suelo entre la alegría y el bullicio de las gentes, o bien cortar ramas en el bosque y ponerlas atadas en las casas. La intención de estas costumbres es atraer a la aldea y a cada casa en particular las bendiciones que el espíritu del árbol puede otorgar».
Muchos y diversos son los beneficios que otorga ese «espíritu del árbol» o «espíritu de la vegetación» al que alude Frazer: Hacer que llueva o que luzca el sol, cuando sea conveniente; que se multipliquen los ganados y los rebaños; que las mujeres tengan partos fáciles y aseguren la descendencia humana; que prosperen las cosechas, etc. Todo lo cual, posiblemente, se pretende provocar con el rito de cortar el árbol de San Juan y de hincarlo en un lugar central del pueblo.
La lumbre u hoguera se prende en la noche del día 23, es decir, y se queman en ella los tomillos y lavándulas que, en la fiesta del Corpus Christi, han alfombrado las calles por las que transcurre la procesión religiosa. La lumbre se hace en las inmediaciones de la plaza y se salta.
A estas hogueras se les han dado distintos significados; así se ha creído que, al realizar distintos actos, como bailar en torno de la hoguera, saltar sobre las llamas, arrojar diversos objetos al fuego, pasar al ganado por sus cenizas, etc., se conseguían beneficios tales como: Desprenderse de la mala suerte, simbolizada en los objetos lanzados a la hoguera; evitar enfermedades y dolores; conseguir el amor y el consiguiente matrimonio, los jóvenes, así como la fertilidad de la pareja; evitar los incendios de las casas y viviendas y librarlas de fulguraciones, conflagraciones y embrujamientos; conseguir la fertilidad del ganado y evitar sus enfermedades; proteger de las malas tormentas a los huertos y las casas; ahuyentar a las brujas y proteger de hechicerías a personas y ganados; favorecer la fructificación de los campos y sembrados, así como evitarles plagas y malas hierbas; conservar los frutos de la tierra y asegurar buenas cosechas…. Como sugiere Frazer, «el estival solsticial es por completo independiente de la religión que el pueblo profesa públicamente y constituye como la reliquia de un paganismo anterior».
BIBLIOGRAFRIA
1.- Celebraciones del solsticio en la Sierra de Francia. José Luis Puerto. Publicado en el año 1994 en la Revista de Folklore, número 157.
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